Little River contaminacion

Calidad del agua en la mira Little River es la fuente de la contaminación

Español:

El mes anterior a la muerte masiva de peces en la Bahía de Biscayne el año pasado, una cantidad asombrosa de agua salió del Little River de Miami, una de las vías fluviales más contaminadas del condado. El volumen de agua —sucia no solo de basura flotante, sino de altas concentraciones de productos y residuos químicos— fue tres veces mayor que en cualquier otro mes en más de tres décadas.

Poco después, los peces y otras especies marinas empezaron a desaparecer. Las pruebas del declive de la Bahía de Biscayne se han ido acumulando durante años, pero la muerte de los peces fue un desastre apestoso imposible de ignorar para el público y los líderes políticos. El oxígeno disuelto cayó a niveles fatales justo donde el Little River desemboca en la bahía, según las lecturas de los científicos y el Departamento de Protección Ambiental de la Florida. Allí es donde murieron muchos peces, grandes y pequeños.

Desde entonces, Miami-Dade se ha comprometido a limpiar la bahía, empezando por determinar cuáles son los mayores problemas. Los científicos aún no tienen respuestas claras, pero la lista de sospechosos la encabezan los ríos que en algún tiempo fueron naturales convertidos en canales de drenaje que canalizan el agua contaminada de las inundaciones urbanas hacia la bahía.

Quizás el Little River no sea la mayor fuente de residuos, pero debido a la gran cantidad de tanques sépticos en mal estado y otras fuentes de contaminación a lo largo de su extensa y mayoritariamente urbanizada ribera y de la cuenca más amplia, los expertos creen que puede tener la mayor concentración de residuos humanos y nutrientes perjudiciales. Su contaminación puede ser también la más perjudicial. Por eso es prioritario averiguar qué hay en el río, sus patrones de flujo y cuánta agua sucia se vierte en la bahía.

“Lo que hemos visto con el Little River a lo largo del tiempo es una carga constante de contaminación que está produciendo un colapso ecológico en esa parte de la bahía”, dijo Pamela Sweeney, gerente de la sección de Restauración y Mejora de la División de Gestión de Recursos Ambientales del condado. “Ese canal está constantemente por encima de los niveles de nutrientes que creemos que la bahía puede soportar”.

Hay tramos del Little River que se mantienen hermosos, repletos de pájaros y manatíes cuando atraviesan zonas residenciales como El Portal. Los residentes lo consideran una joya oculta. Sin embargo, hay más focos de contaminación en Little River que en cualquier otro canal importante de Miami-Dade.

El nivel de bacterias fecales —indicadores de desechos humanos— suelen ser más altos que los del río Miami. El principal sospechoso son las fosas sépticas en las zonas bajas que fallan con regularidad. El nivel de oxígeno disuelto, una medida de la cantidad de oxígeno disponible para los peces y otra vida marina, son sistemáticamente más bajos que en otros canales. El nivel de clorofila, que indica la presencia de crecimiento de algas como resultado de la contaminación, son más altos, según el DERM.

Pero no está claro cuál es la causa exacta de toda esa contaminación. El condado y los investigadores académicos están examinando los pozos sépticos, de alcantarillado y de aguas pluviales y otra infraestructura, junto con el flujo y la circulación del agua, para identificar las fuentes de contaminación. Esas respuestas ayudarán a evaluar la contribución del agua del Little River a la salud de la parte norte de la bahía.

UN CAUDAL SINUOSO Y CONTAMINADO

Esta vía fluvial, uno de los cuatro ríos originales de Miami antes que la geografía del sur de la Florida se viera completamente alterada por décadas de desecación y corte de canales, es claramente el río más contaminado del condado, al menos en una medida: la basura.

Una gruesa costra de cartones de leche, botellas de refresco, envases de espuma de poliestireno, vasos de plástico para café y escombros de la construcción cubre regularmente las zonas alrededor de las barreras de basura a lo largo del río. A veces, el montón de basura capturado por una barrera colocada antes de una presa al norte de la calle 82 del noreste es tan pesado que hay que utilizar una grúa para recoger cosas como sofás, puertas, colchones y palés. Cada año, el Distrito de Administración de Aguas del Sur de la Florida recoge más de 120 toneladas de basura del Little River. En el río Miami, en comparación, el distrito retira solo 16 toneladas al año.

El Little River serpentea a través de 12 millas de comunidades densamente pobladas, cpomo Hialeah y Hialeah Gardens, secciones no incorporadas de Miami-Dade, El Portal y una serie de barrios de Miami como Larchmont Gardens, el Upper East Side, Shorecrest y Belle Meade. También es un importante conducto de drenaje para zonas como Opa-locka y Doral.

Cientos de casas con fosas sépticas que fallan cada vez más están a pocos metros de sus orillas. Los centros comerciales, el campus norte del Miami Dade College y seis campos de golf rodean la cuenca de drenaje más amplia de la vía fluvial. Instalaciones industriales como estacionamientos de camiones, empresas de servicio de contenedores de barcos, un centro de distribución de cemento e incluso una fábrica de papel están también muy cerca de sus turbias aguas, que van a la Bahía de Biscayne.

Aunque estas instalaciones industriales tienen permiso para operar en la zona, el cumplimiento de las normas no está bien vigilado y la supervisión de la eliminación de residuos es insuficiente, según la responsable de la bahía en el condado, Irela Bagué. También hay otras preguntas sin respuesta sobre la cantidad de agua superficial y subterránea que fluye hacia Little River, que atraviesa las elevaciones más bajas del condado, dijo Piero Gardinali, director adjunto del Instituto de Medio Ambiente de la Universidad Internacional de la Florida, que dirige la División de Recursos de Agua Dulce.

“Little River tiene una larga historia de contaminación. Pero parece haber un desacuerdo sobre la cantidad de agua que sale del río, y la cantidad de contaminación, y de dónde viene todo eso”, dijo. “Desde el punto de vista científico, todavía estamos tratando de entender si el río es el causante de la mortandad de peces del año pasado, o si los grandes vertidos fueron la gota que colmó el vaso. Así que aún hoy estamos intentando averiguarlo”.

INUNDACIONES Y FUGAS SÉPTICAS

Casi 2,000 fosas sépticas rodean el canal y 80,000 más están en la cuenca más amplia. Son tan problemáticos que la alcaldesa Daniella Levine Cava dio prioridad a su conexión al sistema de alcantarillado, antes que a cualquier otro lugar del condado. Los sistemas de drenaje de aguas pluviales no han seguido el ritmo de crecimiento de la zona, por lo que las inundaciones son un problema constante. Y luego está el aumento del nivel del mar, que hace que las aguas subterráneas suban alrededor de Little River. Cuanto más suben las aguas subterráneas, más tienden a fallar las fosas sépticas, que entonces filtran los residuos al río y la bahía.

Miami Waterkeeper, una organización sin fines de lucro que defiende la salud de las vías fluviales del condado, realiza muestreos periódicos del agua en los canales principales y en la bahía. Durante las primeras seis semanas del verano, Little River presentaba el nivel más alto de contaminación por bacterias fecales —todos por encima de las normas de la EPA— entre los 20 puntos de donde se tomaron muestras en las vías fluviales de Miami-Dade, pruebas que se realizan semanalmente.

Los científicos intentan medir si el río es también una de las principales fuentes de contaminación por nutrientes que van a parar a la bahía, especialmente el fósforo. A diferencia del nitrógeno, que es convertido en gas por las bacterias del agua, el fósforo se acumula y se queda en las aguas mucho tiempo. Este producto químico se produce de forma natural y es esencial para el crecimiento de las plantas.

Pero su exceso puede ahogar la vida en la bahía. El desarrollo del siglo pasado creó una sobreabundancia de fósforo que fluye hacia las aguas costeras, procedente de los fertilizantes agrícolas, los residuos orgánicos de las aguas residuales y la escorrentía industrial. El fósforo viaja por las vías fluviales de Miami-Dade, originándose en las fosas sépticas con fugas y en las tuberías de aguas residuales, así como en la escorrentía de fertilizantes en las aguas pluviales.

El constante goteo de fósforo desde el Little River hacia la bahía alimenta a las macroalgas que compiten por el oxígeno con los peces y matan las praderas marinas, que son esenciales para mantener la bahía sana, dijo James Fourqurean, profesor de Biología de FIU y experto en praderas marinas.

En los últimos años, la muerte de las praderas marinas ha dejado amplias franjas de fondo estéril en la parte norte de la bahía, con algas que dominan el ecosistema y enturbian el agua. El año pasado, cuando el agua en la bahía estaba muy caliente y los vientos bajos ralentizaron la circulación del agua, los vertidos de agua de un río contaminado fueron probablemente el punto de ruptura que provocó una caída brusca de los niveles de oxígeno disuelto, lo que asfixió a los peces, dijo.

Los flujos inusualmente altos de agua del Little River que entraron en la bahía justo antes de la muerte de los peces siguen siendo una de las preguntas sin respuesta en el esfuerzo por determinar exactamente lo que hizo que el nivel de oxígeno bajara a descender a niveles letales.

Los datos de caudal de los últimos 40 años de los cuatro canales del norte de la Bahía de Biscayne muestran un aumento constante en la estación húmeda, disminuyendo a medida que se acercaba la estación seca. Pero entre mayo y julio de 2020, los caudales en el Little River se dispararon en algunos días, superando cualquier cifra de los últimos 30 años. Estas descargas más altas no ocurrieron en el río Miami, según los datos del distrito.

No hay una explicación clara para el pico extremo. El Distrito de Administración de Aguas del Sur de la Florida dijo que las descargas fueron el resultado de las operaciones normales de control de inundaciones durante un período de altas precipitaciones.

“La temporada de lluvias en esa zona comenzó con un evento de precipitaciones extremas del Día de los Caídos y continuó con lluvias muy por encima de la media durante toda la temporada”, dijo Drew Bartlett, director ejecutivo del distrito. Un mayor número de días con precipitaciones superiores a 1 pulgada puso a prueba los límites del sistema de control de inundaciones, provocando vertidos mucho más elevados durante más tiempo que el de las estaciones húmedas medias, dijo.

Pero los defensores de la calidad del agua dijeron que Miami experimentó otros períodos de precipitaciones superiores a la media en los últimos años y no hubo grandes flujos de agua procedentes del Little River.

“Estos caudales anormalmente altos no pueden explicarse por el aumento de las lluvias”, dijo Rachel Silverstein, directora ejecutiva de Miami Waterkeeper, quien agregó que es importante entender mejor cómo se toman las decisiones sobre los vertidos para prevenir otros “eventos potencialmente catastróficos” en el futuro.

Bagué, jefe de la bahía de Miami-Dade, dijo que es necesaria una mayor cooperación entre los organismos que trabajan en torno a la cuenca del Little River y la Bahía de Biscayne.

“Todo el mundo debería pensar en la calidad del agua, aunque uno de los propósitos del Little River sea el control de las inundaciones”, dijo.

LA VIDA EN EL RÍO

El Little River no siempre se usó como canal de drenaje para vaciar el agua sucia en la bahía. Es uno de los cuatro ríos originales que conectaban los Everglades con la Bahía de Biscayne, y aunque ha sido canalizado, una parte de su curso original permanece aguas debajo de la I-95. Es un tramo pintoresco y tranquilo, con casas encantadoras, muchas plantas, viuda marina y aves, incluso con los graves problemas de calidad del agua.

Los manatíes nadan río arriba desde la bahía para refugiarse durante los meses de invierno. Los pelícanos y las garcetas buscan comida en las orillas del río, donde los manzanos de estanque, que datan de hace muchos años, cuelgan sobre el agua. Especies invasoras como el caracol manzana de la isla prosperan aquí, con sus racimos de huevos de color rosa salpicando la roca coralina original del canal dragado en la década de 1920.

Suzanne Jewell, que se dice refugiada climática y que se trasladó a El Portal después que su casa en Belle Meade se inundara durante la tormenta tropical Eta el año pasado, dijo que experimentó un momento de cambio en su vida mientras navegaba en kayak por el Little River: decidió dejar su carrera de productora de televisión y centrarse en la actividad de asesoramiento.

“Estaba observando a una manatí y su cría un día que el río estaba lleno de basura flotante. La cría se acercó a mi kayak y me miró como diciendo: ‘Mira esto. Tienes que hacer algo’”, dice Jewell, que vive en una acogedora casita en el Centro Budista Open Awareness, situado en un exuberante jardín con cuatro grandes santuarios de meditación, en el Little River. “Este río está lleno de vida y es nuestra responsabilidad hacer que vuelva a estar sano”.

La localidad de El Portal, que abarca cinco manzanas de la orilla norte del río, entre la I-95 y Biscayne Boulevard, parece un oasis verde en la densamente poblada cuenca del río. Parte de El Portal es una zona arqueológica que incluye un túmulo prehistórico de nativos —el primer yacimiento arqueológico reconocido en el condado— junto con una aldea prehistórica de nativos americanos, una casa de pioneros de mediados del siglo XIX y un asentamiento agrícola histórico. La datación por radiocarbono sugiere que el montículo se construyó a partir del año 600 d.C., mientras que el poblado prehistórico de los nativos americanos data del año 200 D.C., según el portal digital de El Portal.

Gran parte del Little River fue en su día lo que se conoce como claros transversales, una pradera natural de hierba de sierra que se extendía hasta los Everglades originales.

El río seguía un camino natural desde aproximadamente donde está la avenida North Miami, luego hacia el este hasta la Bahía de Biscayne, pasando por un manantial natural y atravesando bosques de manglares antes de desembocar finalmente en la bahía en un amplio estuario en lo que hoy es Belle Meade, según la organización Little River Conservancy, una organización sin fines de lucro que aboga por la salud del río.

DRAGADO Y PRESA

Luego, en 1925, mientras Miami crecía, se dragó el río para crear lo que hoy es el canal C-7, con su curso actual. El Distrito de Administración de Aguas del Sur de la Florida instaló una gran presa de control de la salinidad por encima de NW 82 Street, en El Portal, para controlar el flujo y evitar que el agua salada se desplazara demasiado hacia el interior.

El Little River nace cerca de West Okeechobee Road y atraviesa un amplio tramo residencial e industrial de Hialeah, en el que conviven concesionarios de camiones usados, tiendas de piezas de automóviles y una fábrica de engranajes y herramientas con viviendas unifamiliares y bloques de apartamentos. Una enorme propiedad desde la que opera una empresa de servicios de aparejos y grúas y una planta de fabricación de lanchas rápidas también se encuentran justo en el río, que es turbio y más estancado que sus tramos aguas abajo.

Conocido como el canal C-7 en la jerga de control de inundaciones, el río recibe las aguas pluviales que, de otro modo, inundarían estacionamientos, carreteras, rastros, centros comerciales y escuelas que lo rodean. Esas aguas se desplazan por gravedad hasta la Bahía de Biscayne.

Además, gran parte de la cuenca del Little River corre un alto riesgo de inundación y el aumento del nivel del mar hace que sea cada vez más difícil mantener los barrios secos. Con algunas casas a solo un metro de altura sobre el nivel del mar, las zonas de El Portal son las más bajas del condado. Miles de fosas sépticas situadas en zonas bajas se inundan con regularidad, filtrando residuos y bacterias al canal. La mayor frecuencia de las precipitaciones hace que el agua fluya a través de los aparcamientos y las carreteras hacia el río. Y toda esa agua acaba en la bahía.

Este verano, una vez más, la Bahía de Biscayne se vio afectada por la muerte de peces durante el fin de semana del Día del Trabajo, ya que los niveles de oxígeno descendieron a niveles demasiado bajos para la vida marina. Ocurrió en los alrededores de North Bay Village y Normandy Isles, alrededor de la cuenca de la calle 79 y en partes del lado oriental de la bahía frente a Miami Beach.

Miami Waterkeeper, que documentó más de 27,000 peces muertos en la matanza de agosto de 2020, la peor que se recuerda, dijo que recibió informes de cuatro puntos con docenas de peces muertos el Día del Trabajo. Aunque no fue tan grave como el año pasado, el director de la organización sin fines de lucro, Silverstein, dijo que la advertencia sigue siendo la misma cuando aparece un número inusual de peces muertos: El área de Miami está contaminando la Bahía de Biscayne hasta el punto de que el ecosistema está fallando.

“Es realmente la muerte por mil cortes”, dijo.

CERO OXÍGENO

Los científicos intentan comprender qué provoca que el nivel de oxígeno disuelto baje tan repentinamente en el norte de la Bahía de Biscayne.

Chris Langdon, investigador de corales de la Universidad de Miami y especialista en química oceánica, que fue en su kayak a la zona donde el Little River se une a la bahía para tomar muestras del agua donde ocurrió la mortandad de peces el año pasado, documentó niveles de oxígeno peligrosamente bajos. Desde entonces, ha tomado muestras del agua a diferentes profundidades de la bahía.

“En aquel momento del año pasado no teníamos ni idea de lo que había provocado el incidente, así que hemos tratado de determinar cómo se desarrolló todo”, dijo Langdon. “La forma en que se distribuye el oxígeno a diferentes profundidades en la bahía puede pintar un cuadro más detallado que nos ayude a analizar los patrones de contaminación y nutrientes”.

Esto tiene mucho que ver con el estado de salud de la hierba marina, ya que la vegetación acuática sumergida produce oxígeno durante el día mediante la fotosíntesis y es una característica clave de una bahía sana, dijo.

Langdon reclutó al estudiante de posgrado Charles Groppe en mayo para analizar el agua en diferentes cuencas en el norte de la Bahía de Biscayne para los criterios clave de calidad del agua: oxígeno, temperatura, salinidad, turbidez y clorofila, que indica la presencia de algas que se alimentan de nutrientes y crecen en aguas más cálidas, acelerando el agotamiento del oxígeno.

De entrada, la investigación de Langdon y Groppe confirmó lo que ya había indicado un informe de 2019 de un estudio sobre las hierbas marinas y el hábitat del fondo duro del Condado Miami-Dade: La parte norte de la bahía ha perdido el 90% de la cubierta de hierbas marinas desde 2013, una conclusión que los defensores de la calidad del agua como Silverstein, de Miami Waterkeeper, describen como evidencia de que la bahía está en un punto de inflexión.

En mayo, Groppe trazó un mapa de 177 lugares del norte de la bahía y descubrió que la situación no ha mejorado. En 2017, alrededor de 75% de las praderas marinas del norte de la Bahía de Biscayne habían desaparecido, dijo. A este ritmo, no quedará nada en esas cuencas, una tendencia que la Administración Nacional de los Océanos y la Atmósfera (NOAA) atribuyó a un cambio de régimen que está sufriendo la bahía debido al aumento de los niveles de nutrientes.

Revivir la bahía puede ayudar a revivir también el Little River, un sueño para las personas que lo aprecian y viven cerca. Adam Old y Kristen McLean, cofundadores de Little River Conservancy, quieren realizar su propio seguimiento de la calidad del agua para añadirlo a los datos que se producen en torno al canal y ayudar a impulsar más investigaciones. Pero también quieren ofrecer más programas educativos y actividades divertidas, como excursiones en canoa. La Conservación organiza una limpieza anual del Little River y participa en los esfuerzos por reducir los residuos sólidos en el canal y aumentar el acceso a las actividades recreativas.

“La mayoría de la gente que vive en Miami ni siquiera sabe que este río está aquí. Pero es una parte importante de la historia de Miami y está lleno de vida; los manatíes y las aves viven en el río y queremos que la gente lo conozca mejor y ayude a restaurarlo”, dijo mientras practicaba piragüismo en un tramo justo al sur de la I-95, donde todavía es visible el malecón original de roca de coral.

“Los ibis utilizan el río como autopista para ir de los Everglades a la Bahía de Biscayne. Es increíble”.


English

In the month before the massive fish kills in Biscayne Bay last year, a staggering amount of water came out of Miami’s Little River, one of the most polluted waterways in the county. The volume of water – dirty not just from floating garbage, but from high concentrations of chemical products and waste – was three times greater than in any other month in more than three decades.

Soon after, fish and other marine species began to disappear. Evidence of Biscayne Bay’s decline has been accumulating for years, but the fish kills were a stinking disaster that the public and political leaders could not ignore. Dissolved oxygen dropped to fatal levels right where the Little River empties into the bay, according to readings by scientists and the Florida Department of Environmental Protection. This is where many fish, big and small, died.

Since then, Miami-Dade has been committed to cleaning up the bay, starting with determining what the biggest problems are. Scientists still do not have clear answers, but the list of suspects is headed by rivers that were once natural turned into drainage channels that channel polluted water from urban floods into the bay.

The Little River may not be the largest source of waste, but due to the large number of dilapidated septic tanks and other sources of contamination along its extensive and largely urbanized riverbank and broader watershed, experts believe that it may have the highest concentration of human waste and harmful nutrients. Its contamination can also be the most damaging. That is why it is a priority to find out what is in the river, its flow patterns and how much dirty water is being discharged into the bay.

“What we have seen with the Little River over time is a constant load of pollution that is causing ecological collapse in that part of the bay,” said Pamela Sweeney, manager of the Restoration and Improvement section of the Division of County Environmental Resource Management. “That channel is constantly above the nutrient levels that we think the bay can support.”

There are stretches of the Little River that remain beautiful, teeming with birds and manatees as they pass through residential areas like El Portal. Residents consider it a hidden gem. However, there are more pockets of pollution in Little River than in any other major channel in Miami-Dade.

The levels of fecal bacteria – indicators of human waste – are usually higher than those of the Miami River. The main suspect is septic tanks in low-lying areas that fail regularly. Dissolved oxygen levels, a measure of the amount of oxygen available to fish and other marine life, are consistently lower than in other channels. Chlorophyll levels, which indicate the presence of algae growth as a result of contamination, are higher, according to the DERM.

But it is not clear what the exact cause of all that contamination is. The county and academic researchers are examining septic, sewer and stormwater wells and other infrastructure, along with water flow and circulation, to identify sources of contamination. Those responses will help assess the contribution of Little River water to the health of the northern part of the bay.

A SINUOUS AND POLLUTED FLOW

This waterway, one of Miami’s original four rivers before the geography of South Florida was completely altered by decades of drying out and cutting channels, is clearly the most polluted river in the county, at least in one measure: the trash.

A thick crust of milk cartons, soda bottles, Styrofoam containers, plastic coffee cups and construction debris regularly covers the areas around garbage barriers along the river. Sometimes the garbage heap captured by a barrier placed before a dam north of Northeast 82nd Street is so heavy that a crane must be used to pick up things like sofas, doors, mattresses, and pallets. Each year, the South Florida Water Management District collects more than 120 tons of trash from the Little River. On the Miami River, by comparison, the district removes only 16 tons a year.

The Little River winds through 12 miles of densely populated communities such as Hialeah and Hialeah Gardens, unincorporated sections of Miami-Dade, El Portal, and a number of Miami neighborhoods such as Larchmont Gardens, the Upper East Side, Shorecrest and Belle Meade. . It is also an important drainage conduit for areas like Opa-locka and Doral.

Hundreds of houses with increasingly failing septic tanks are just yards from its banks. Shopping centers, Miami Dade College’s north campus, and six golf courses surround the widest drainage basin of the waterway. Industrial facilities like truck parking lots, shipping container service companies, a cement distribution center and even a paper mill are also in close proximity to its murky waters, which run into Biscayne Bay.

Although these industrial facilities have permission to operate in the area, compliance with the regulations is not well monitored and supervision of waste disposal is insufficient, according to the head of the bay in the county, Irela Bagué. There are also other unanswered questions about the amount of surface and groundwater flowing into the Little River, which runs through the lower elevations in the county, said Piero Gardinali, deputy director of the Florida International University Institute of the Environment, which directs the Freshwater Resources Division.

Little River has a long history of contamination. But there seems to be a disagreement about the amount of water that comes out of the river, and the amount of pollution, and where all that comes from, ”he said. “From a scientific point of view, we are still trying to understand if the river is the cause of the fish kills last year, or if the large spills were the last straw. So even today we are trying to find out. “

SEPTIC FLOODS AND LEAKS

Almost 2,000 septic tanks surround the canal and 80,000 more are in the wider basin. They are so problematic that Mayor Daniella Levine Cava made her connection to the sewer system a priority over any other location in the county. Stormwater drainage systems have not kept pace with growth in the area, so flooding is a constant problem. And then there is sea level rise, which causes groundwater to rise around Little River. The higher the groundwater rises, the more septic tanks tend to fail, which then filter the waste into the river and bay.

Miami Waterkeeper, a non-profit organization that advocates for the health of the county’s waterways, conducts periodic water samples in the main canals and in the bay. During the first six weeks of summer, Little River had the highest level of fecal bacteria contamination – all above EPA standards – among the 20 sampling points in Miami-Dade waterways, tests that are carried out weekly.

Scientists are trying to measure whether the river is also one of the main sources of nutrient pollution that ends up in the bay, especially phosphorous. Unlike nitrogen, which is converted to gas by bacteria in the water, phosphorus builds up and stays in water for a long time. This chemical occurs naturally and is essential for plant growth.

But its excess can drown life in the bay. The development of the last century created an overabundance of phosphorus flowing into coastal waters from agricultural fertilizers, organic waste from sewage, and industrial runoff. Phosphorus travels through Miami-Dade waterways, originating from leaking septic tanks and sewage pipes, as well as fertilizer runoff in stormwater.

The constant trickle of phosphorus from the Little River into the bay feeds the macroalgae that compete for oxygen with fish and kill the seagrass beds, which are essential for keeping the bay healthy, said James Fourqurean, FIU professor of biology and expert. in seagrass beds.

In recent years, the death of the seagrass beds has left wide swaths of barren bottom in the northern part of the bay, with algae dominating the ecosystem and clouding the water. Last year, when the water in the bay was very hot and low winds slowed the flow of water, discharges of water from a polluted river were likely the breaking point that caused a sharp drop in dissolved oxygen levels, which that suffocated the fish, he said.

The unusually high flows of water from the Little River that entered the bay just before the fish died remain one of the unanswered questions in the effort to determine exactly what caused the oxygen level to drop to lethal levels. .

Flow data for the past 40 years from the four northern channels of Biscayne Bay show a steady increase in the wet season, decreasing as the dry season approached. But between May and July 2020, flows in the Little River soared in a few days, surpassing any figure in the last 30 years. These higher discharges did not occur in the Miami River, according to district data.

There is no clear explanation for the extreme peak. The South Florida Water Management District said the discharges were the result of normal flood control operations during a period of high rainfall.

“The rainy season in that area began with a Memorial Day event of extreme rainfall and continued with well above-average rainfall throughout the season,” said Drew Bartlett, district executive director. A greater number of days with rainfall greater than 1 inch tested the limits of the flood control system, causing much higher discharges for longer than average wet seasons, he said.

But water quality advocates said Miami experienced other periods of above-average rainfall in recent years and there were no large flows of water coming from the Little River.

“These abnormally high flows cannot be explained by increased rainfall,” said Rachel Silverstein, executive director of Miami Waterkeeper, adding that it is important to better understand how discharge decisions are made to prevent other “potentially catastrophic events” in the future.

Tomado de Miamidade.gov / Wat

EMILY MICHOT EMICHOT@MIAMIHERALD.COM

Chris Langdon, profesor de la Universidad de Miami, investiga las causas del descenso del oxígeno disuelto.

POR ADRIANA BRASILEIRO

ABRASILEIRO@MIAMIHERALD.COM

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